enero 05, 2012
Ríase de ústed mism@... y la vida será mejor.
A medida que va transcurriendo nuestra vida, y con el paso de los años, vamos aumentando la serenidad y disminuyendo nuestro sufrimiento existencial.
El proceso de maduración trae como consecuencia una reducción de la importancia personal y de la importancia que a su vez, parecen tener las cosas.
La liviandad que produce el reconocer que ya no hay máscaras por sostener, que no tiene sentido mostrar algo que no estamos siendo y liberarnos del peso de tener siempre una respuesta correcta a flor de labios, para cada una de las preguntas a la que la vida nos enfrenta.
Desarrollar nuestros sentidos, principalmente el “del humor”, que como signo de flexibilidad, nos permitirá poner en “tela de juicio” las verdades que oprimen a este mundo.
¿Pero, qué podemos hacer para reírnos un poco más de nosotros mismos?
En principio, no ocultar vergonzosamente nuestras debilidades y carencias, en el momento en que aparecen por la puerta de nuestra conciencia.
Una vez reconocidas, conviene dejar el camino de la culpa y la exigencia, y cruzar por el que dice:“Reírse rápido de nuestra limitación y torpeza, antes de que se olvide y desparezca”.
Si aún así, a usted le cuesta, ríase de su seriedad, tal vez de unas arrugas demás y de su importancia personal.
Ríase del fantasma de la soledad, del temor al engaño y del miedo al fracaso.
Ríase de su inseguridad, de sus lágrimas en el cine y de sus anhelos de una pareja perfecta.
Ríase de su vergüenza, del ridículo que un día hizo y de su ansiedad nunca satisfecha.
Ríase de su cuerpo y de la sutil decadencia.
Ríase de su orgullo, de sus envidias y de su impaciencia.
Ríase de sus dolores, de sus lágrimas y de sus miedos a empezar una y otra vez.
Ríase de sus bajones, de su cólera y de sus carencias.
Ríase del fluctuar de su dinero, de sus pasiones y de sus emociones extremas.
Ríase de su incomodidad ante las críticas, de su perfeccionismo y de la intensidad de su enojo.
Ríase de no haber hecho lo que quería, de no haberse enamorado más de la vida y de haber perdido el profundo sabor de la Presencia.
Tal vez, todo cobre para usted un nuevo sentido, en los momentos en que olvida el milagro de la existencia.
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