Autor: Franco Soldi
El ser humano vive en promedio aproximadamente 70 años, si es que tiene suerte. Esto significa setenta primaveras, setenta inviernos y setenta Navidades. ¿Visto así no parece mucho tiempo verdad ?
Me cuesta trabajo recordar la última Navidad que pasé junto con toda mi familia. Es triste pensar que el destino nos haya separado tanto y que estemos cada uno en un rincón distinto del planeta. Recuerdo una gran mesa, los abuelos en la cabecera todos alrededor conversando de cosas poco trascendentales, yo tendría entre cinco y seis años por lo que me encontraba ansioso de que todo terminara ya que Santa Claus debía pasar por allí esa noche.
Me acuerdo como mi padre me ayudaba a dejar mi zapato en el lugar correcto para que Santa no se equivocara de regalos. Me tardaba horas en dormirme soñando con la ilusión de la mañana siguiente. Al despertar todo era alegría, juguetes, sonrisas, desayuno y chocolate caliente con panetonne. A esa edad no recuerdo problemas o discusiones. Todo parece ponerse en pausa en la mente de un niño durante la época decembrina.
Lo que yo más recuerdo es estar con mis padres, sus abrazos y cariños. Creo que al final de nuestras setenta Navidades, que pasan siempre más rápido de lo que uno espera recordaremos esos momentos, esa cartita que te escribió tu hijo, ese beso amoroso de tu pareja, la sensación de estar todos juntos sin importar lo buena o mala, abundante o frugal mesa de Navidad.
¿Qué recuerdas tú de las Navidades? Si te pones a pensar en el pasado que imágenes te vienen a la mente? Para algunos Diciembre es un mes triste, todos hemos tenidos buenos y malos momentos pero son nuestros momentos, nuestra historia y cada uno con su sabor peculiar forman parte de nuestro paso por esta vida.
Pensar que nuestra religión y nuestras creencias llevan a un gran grupo de personas a celebrar la fecha del nacimiento de Jesucristo y las costumbres nos dicen que es un momento de dar. Me encanta observar a la gente en los centros comerciales en los últimos días antes de noche buena. Es una locura entre ofertas, gritos, interminables colas y niños corriendo.
En el fondo el ser humano tiene una necesidad de dar que luego no aprovechamos por juicios de poca lógica. No existe nada de malo en entregar lindos regalos a tus hijos pero también regálales la capacidad de dar y compartir. Por qué no pruebas este año comprar unas galletitas, unos chocolates y llevarte a tus hijos a un asilo de ancianos o a un orfanato para que te ayuden a darle Navidad a alguien que no tiene nada ni a nadie. Cuesta trabajo incluso el imaginarlo pero estoy seguro que cuando lo hagas la Navidad entrará por la puerta grande en tu corazón y en tu hogar.
La verdad es que no pretendo decirte cómo vivir tus celebraciones o tus fiestas y mucho menos indicarte como vivir tu vida, solo tengo la intención de compartir contigo momentos y pensamientos que han cambiado mi forma de ser y que me invitaron a ver el mundo desde una perspectiva diferente. Solo pretendo decirte que la vida es muy corta. Esta Navidad será la última para muchos seres humanos y nadie tiene el tiempo contado, “hazla valer” y te darás cuenta que una persona prevalece cuando hace algo especial por alguien más.
Haz Navidad. Descubre el poder que tiene una sonrisa, un abrazo y un te quiero. Regala momentos. Revive el mensaje.
Confucio solía decir: “Vive cada minuto de tu vida como al momento de tu muerte quisieras haber vivido”.
Feliz Navidad te deseo con cariño en donde te encuentres querido lector anónimo.
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